La experiencia de vivir identificado con el yo que piensa, un nombre, una historia, una manera de interpretar los acontecimientos, todo un largo recorrido de ideas de uno mismo y la vida, mezclándose todas ellas con alegrías y penas, muchas ilusiones y desilusiones que hacen mantener una determinada actitud ante las experiencias, juzgándolas e intentando no salir herido y sacar el máximo partido según las expectativas que se hayan originado. Pasar a ser muy consciente del yo que calla.
Saborear la simple observación, el instante presente renovado en cada instante como presencia de consciencia, y desde ahí mirar todo lo que sucede. Asentarse en esta noción de ser el silencio que oye y «oír», que siente y «sentir», que ve y «ver».
Desde ahí, ver ese yo que piensa, su emoción y su intención, etc. Desde ahí, ser con todo lo que sucede, manteniéndose en el presente como el que se da cuenta. Desde ahí, aprender a expresar con sencillez lo que se ve y se siente. Aprender a vivir espontáneamente.