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El amor a La Verdad

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El amor a La Verdad

Cuando una cuerda en un árbol se confunde por una serpiente, la verdad de esa experiencia es la experiencia en sí, la verdad que es una cuerda y no una serpiente es verdad cuando se ve lo que es, justo entonces se ve lo que era falso desde la verdad actual, y la falsedad o mentira, es, cuando se ve.
  La falsedad de algo tiene su verdad, por un lado la verdad o realidad de una mentira, es que la falsedad es real como falsedad, y por otro lado cuando se vive la mentira como verdad es verdad desde esa óptica. Eso puede dar a entender que el ir viendo la verdad, fundamentalmente es por el descubrimiento de la falsedad.
  El amor se puede ver como un querer, una fuerza, una atracción o dedicación, un gusto por. Cuando esa dirección de “amor” es hacia la verdad, no hacia una verdad predispuesta o idealizada, si no hacia la verdad en sí, y que podría no gustar, o si, no se sabe. Una disponibilidad a que la verdad surja por donde quiera, más allá de bienestares, o malestares. El amor a la verdad, no debería de ser el defender una verdad con mucha fuerza e inteligencia estratégica, más bien seria el estar dispuesto si es necesario, a ver la posible falsedad de antiguas supuestas verdades.
  El empecinarse en una verdad o creencia, y no estar dispuesto a investigar su posible falsedad, denota poco amor por la verdad. Estar siempre dispuesto a dudar (no obsesivamente, “con cordura”), y tener un cierto grado de escepticismo, acompaña casi siempre el amor a la verdad. El amor a la verdad, debería de abrazar, o el también “amar”, la decepción, y la desilusión.
 Cuando en nuestra tradición se dice, ¡la Verdad os hará Libres!, y cuando esa frase se aplica a especialmente a la espiritualidad, la palabra verdad por respeto y valoración por sí misma, debería investigarse bien la verdad, de la palabra verdad.

Acción, no acción, y reconocimiento

Esa sensación de mí libre decisión, mi autoría personal independiente, producida por los estímulos exteriores (el mundo), y las respuestas interiores (la persona), en forma de pensamientos, emociones, y acciones, se puede reconocer como el resultado de un gran conjunto de experiencias, de patrones genéticos, de la conjunción de posibilidades y hechos.
 Ver en qué medida ese proceso del pensar, de llegar a un tipo de conclusiones, y decisiones, no es más que el resultado global que la vida provoca, que esa independencia personal es muy relativa.
 En un reconocimiento exhaustivo, la única aparente libertad central, está, o es, el hecho de darse cuenta, la evidencia de darse cuenta de lo que está sucediendo, ese darse cuenta en su esencia por un lado, es libre de toda la experiencia, pero por otro solo se puede reconocer en la experiencia.
 La experiencia o existencia es actividad, la no actividad es relativa y comparativa. El hacer o no hacer es una posición activa, aunque en su funcionalidad relativa es correcta. El reconocer esa verdad elimina el posible error del pensar de la no acción, como no consecuencia, todo siempre es consecuente. Todo es un juego circunstancial de ese principio fundamental que llamamos, Vida, Ser, Conciencia.
 El reconocimiento de la verdad de la acción, no acción, y reconocimiento, diluye la fuerza de la autoría personal, y responsabilidad exclusiva, con la consecuente culpa, y sufrimiento. De ese sufrimiento surge toda una derivada, de complejos, miedos, vergüenzas, estrategias y engaños al solitario, con infinidad de posibles adjetivos, engaños encadenados, en un mundo de posibles patologías y estudios psicológicos.
 Por lo general mucha transmisión cultural, religiosa, ideológica, educativa, está impregnada de esa idea de un yo central e independiente, con su autoría personal exclusiva, y una falta de indicación o dando poco valor al hecho circunstancial, y la importancia fundamental a la evidencia de presencia, darse cuenta, como la real “subjetividad”.
Desde ese reconocimiento los valores existenciales brillan por sí mismos, en su base sencilla, pero en su espectacular juego del existir. Desde esa mirada, el amor, la luz, y el poder son lo que son. A esa maravilla el milagro de la vida, sin expectativa, ahora Es.
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