La Muerte
Con la muertes es evidente que todo aparece y desaparece, y que la experiencia en sí es contraste y cambio. El hecho de ser consciente, junto con la memoria, da noción de continuidad y relación coherente entre las formas existentes, que es la experiencia de lo que es el vivir. Los niveles de sensibilidad, y de inteligencia en la relación de las formas de vida, depende de su naturaleza, mineral, vegetal, animal, que se interrelacionan en un aparente proceso evolutivo, dando lugar a una amplia escala de posibilidades o experiencias. Y también cada forma concreta en su existir, es una continuidad de cambios.
Aunque es a través de las mismas formas existenciales que aparezcan nuevas formas de vida, cada forma se desintegra en los elementos básicos del conjunto existencial, y a eso le llamamos muerte. Esa desintegración, es el contraste de existencia y no existencia (existir y no existir como experimentación individual) que en si es la ley del existir, indica un vacío, un espacio, una nada.
Concepción, desarrollo y nacimiento, en sí es nacer, y nacer es la contra de morir. El nacer y morir de una forma de vida, tiene como potencial ese vacío, espacio, nada. La experiencia más evidente de esa nada es el olvido, y en especial el olvido de todo.
Cuando la evidencia de ser consciente desaparece, eso que queda es olvido, o la expresión más simple una vez vuelve aparecer el hecho de ser consciente, aquello es… ¡no se!, el no sé (“una negación de ser”), el olvido, la nada, el posible estado de muerte.
La interrelación de ser consciente y no ser consciente, la noción de continuidad que hay en todo cambio, el centrarse en el ahora como presencia y perder la noción objetiva, el reconocer el no ser consciente en la presencia consciente, la intuición de ser identidad independiente a toda experiencia, todo eso indica una esencia de vida constante en toda forma de vida. Esa esencia constante entre presencia y olvido, podría indicarse como la base de todo nacer y morir, que configura lo que llamamos vida.
Cuando el pensamiento solo está identificado en la forma, y no ha reconocido ese fondo o esa realidad base de experiencia y no experiencia como verdaderamente la realidad de toda forma de vida, entonces la muerte es la oposición a su idea de ser una forma de vida. Cuando en realidad la muerte configura la vida, e indica la verdadera identidad entre nacimiento y muerte. La muerte puede ser un buen maestro del discernimiento, y reconocernos en ese olvido, vacío, nada, esencia de presencia. Cuando nos reconocemos como esa esencia de realidad absoluta, la muerte queda relativizada a su justa verdad.
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