He aquí diversos fragmentos extraídos y retocados del libro de Wayne Liquorman Aceptación de lo que es.
Entendiendo que ninguno de los conceptos es verdad, sólo son aplicables en el momento. Su utilidad queda revelada cuando están en manos del sabio. Esta manifestación fonemática tan increíblemente rica, magnífica, horrible… es un aspecto de Dios, de la Totalidad, y es irreal en la medida en que no tiene existencia independiente de la Conciencia animadora. El sueño con sueños es el sueño del ego.
El Universo es el sueño de la Conciencia. El sujeto no puede conocerse a sí mismo. El animal o el bebé no necesitan estar iluminados porque no tienen sensación de autoría personal de sus acciones. La cualidad que llamo «Resonancia» puede ocurrir o no entre dos mecanismos cuerpo-mente, y cuando en uno de esos mecanismos se produce la Comprensión y existe Resonancia entre ellos, se crea lo que denominamos una relación gurú-discípulo.
Sin resonancia, la habitación podría estar llena de iluminados y pasaría no importa demasiado lo que se diga. Hay vislumbres a lo largo del camino que te mantienen en la brecha, momentos «muy elevados», pero, como todo lo fenoménico, son de naturaleza dualista. A cada subida corresponde su bajada. No se corresponde con la seductora promesa contenida en la idea de la «iluminación personal» de que en todo momento puedes vivir en estado de elevación, de Unidad.
La experiencia de Unidad es de naturaleza impersonal, pero no es la iluminación. El despertar definitivo es aquel en el que la persona que va a disfrutar de la experiencia del despertar, de la dicha, ya no está allí. El deseo de iluminación, de dicha, empieza a desaparecer; en el proceso, el buscador se va disipando, en la comprensión de que todo ocurre según la voluntad de Dios.
La búsqueda frecuentemente se detiene antes de que desaparezca el sentido de autoría personal. Comprendes que todo es Conciencia, que todo se está desplegando tal como corresponde, y te relajas, desaparece la sensación de que hay algo que vas a obtener si haces algo. Te quitas un gran peso de encima. Debe haber ciertos agentes a través de los cuales pueda ser percibido este Universo. Sin ellos, habría lo que siempre ha habido: Conciencia. La manifestación con todas sus características, positivas y negativas, las que nos gustan y las que no (cada aspecto es sagrado), lleva en sí la impronta de Dios.
Cuando la comprensión intelectual se hace más profunda, desaparecen las preguntas; cuando la Comprensión es total, deja de haber preguntas. No es que el sabio tenga todas las respuestas; simplemente, deja de tener preguntas. La analogía del péndulo Podemos comparar el proceso existencial con el movimiento de un péndulo.
El movimiento del péndulo es el movimiento entre dos opuestos polares: felicidad/tristeza, salud/enfermedad, conseguir lo que quieres y no conseguirlo…; la vida es un movimiento continuo entre estos dos opuestos polares. Si te identificas totalmente como autor de tus acciones, estás ubicado en el extremo del péndulo, de modo que, cuando las cosas van bien, te sientes eufórico y, cuando van mal, desgraciado.
Es el estado de la mayoría de la gente. En su proceso, algunos organismos cuerpo-mente se convierten en «buscadores» y se inicia el proceso de desidentificación como autor personal de la acción. Es, figurativamente, un ascenso por la barra del péndulo.
En la vida, siguen ocurriendo cosas buenas y malas, pero si has ascendido por la barra del péndulo, el movimiento subjetivo en este balanceo será menor. Ya no tienes la sensación de «yo lo estoy haciendo», sino que tienes más la sensación de que está ocurriendo y tú eres el instrumento a través del cual está sucediendo algo, y ocasionalmente, en días muy buenos, asciendes a lo más alto de la barra del péndulo.
El vivir sigue, pero nada te altera. Eres pura testificación de lo que pasa. Hay una sensación de conexión impersonal con todas las cosas, palpas la Unidad. Eres uno con el Universo, hay una paz absoluta, es lo mejor que pueden llegar a ser las cosas fenoménicamente, ya no pueden mejorar más. Esta experiencia puede durar cinco o seis meses, o incluso más tiempo, pero es experiencia fenoménica.
Aunque sea impersonal, tiene características y, como toda experiencia, está sujeta al cambio; lleva la semilla de la experiencia opuesta, de la dualidad. Y el cambio es trágico, la barra del péndulo está grasienta, es deslizante hacia la implicación; aumenta el balanceo, sufres; pese a todo lo vivido, crees que eres el que lo hace. Es lo que han llamado los místicos «la noche oscura del alma».
El despertar impersonal no se sitúa en lo alto de la barra del péndulo, ya que es un punto fenoménico sujeto a cambios. Los sabios apuntan a un cambio cuántico, a un cambio completo de paradigma, en el que pasas de identificarte con la barra a identificarte con el fulcro. Éste es el punto fijo en torno al cual se mueve el péndulo y es crucial para el movimiento: sin él, éste no existe, pero en él no hay movimiento. No ocurre nada, no hay relación sujeto-objeto (movimiento), sólo unidad; no hay características, nada que experimentar, nadie que experimente.
Es el estado del sabio. No hay experiencia permanente de la Unicidad, es dualista; toda experiencia requiere dualidad, sujeto/objeto. En el fulcro no hay experiencia de Unidad, todo es sujeto, todo es Unidad, pura Seidad. Por eso, la experiencia de despertar se compara al sueño profundo. Pocos buscadores lo buscan, ya que el buscador suele querer placer permanente, huir del dolor. Pero no existe el estado de eterna dicha, no hay monedas de una sola cara.